Olvidemos lo nuevo

Echo de menos las charlas de noche,
ver las calles llenas de gente,
ancianos en las puertas de su casa,
charlando con sus vecinos,
evitando odiarse,
conociéndose, preguntando por sus vidas,
y por sus familias

Hecho de menos no poder ir a una fiesta,
sin que alguien me ofrezca una copa,
y me miren como si fuese de otro mundo
cuando les digo que no.

La voz de mi padre resuena en mi cabeza
y sale de mi boca,
preguntando como se divierten lo niños de ahora,
que ha pasado para que se olviden de jugar,
para que los muñecos de trapo desaparezcan,
los lapices de colorear sean remplazados por la televisión,
y la creatividad por Internet.

Ya no se dan los buenos días,
ni se saludan a los desconocidos
para desearles un buen día.
Ya no soltamos sonrisas sin estar locos,
ni nos emocionamos,
ni somos felices.

Y en lugar de cambiarlo,
nos quedamos quietos,
convirtiéndonos en piedra,
petrificando los sentimientos,
olvidando que el monstruo que se escondía en el armario,
era nuestro mejor amigo.



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